jueves, 31 de mayo de 2012

Desde La Herradura hasta Maro


Para bastantes miembros del club el principal aliciente para realizar esta ruta a finales de mayo era el poder iniciar la temporada de baños marinos aunque se pagase el precio del calor. Se renunciaba un poco a la brillantez de estos barrancos espectaculares precipitándose hacia el mar en forma de acantilados si se hubiese hecho, por ejemplo, en primavera. Con el calor las formas terrestres se diluyen, empiezan a entrar en el anonimato, dejando el protagonismo al mar, que ve llegado su momento.






      Empezamos la ruta otra vez tarde para mi gusto, las 10,15. ¡En Andalucía cuando llega el calor hay que madrugar; hasta el “el más pintao “ lo sabe! Tal vez esto ayudara a que sobre las 16,30 y ante la disyuntiva de bajar un balate “acañaverado”, con el sol apretando, la mayoría del grupo no lo pensase dos veces y se fuese “escopeteado” en busca de las cervezas de Maro. Que ya estaba bien de pasar calor por hoy………Empezamos a andar por unas urbanizaciones de ésas que han depredado nuestro litoral y que la mayoría del año están fantasmagóricas porque en ellas no vive nadie: ¡cuánto sin sentido. Queremos tener una casa en Granada, otra en la playa para disfrutarla 15 días al año, otra en la montaña para cuatro fines de semana, un apartamento en Madrid para poder asistir a teatros y exposiciones, un apartamento en Nueva York porque mola mucho……..No hace falta haberse matriculado en Harvard para deducir que si alguien tiene cuatro casas habrá cuatro personas que no tendrá ninguna para poder vivir!


Pronto empezamos a subir hacia el primer promontorio coronado por la torre de Cerro Gordo, soberbia atalaya dónde se puede divisar hacia poniente la hermosa ensenada de la Herradura y hacia levante la serie de acantilados, entrantes , salientes, pequeñas playas que forman el espectacular paraje natural de los Acantilados de Cerro gordo-Maro. El sendero está muy bien trazado, como si lo hubiesen hecho senderistas “extranjeros” (hay que reconocerlo, en esta zona los que más lo recorren son ellos) y pronto nos lleva a la torre vigía de Cerro Gordo, una de las cinco que jalonan todo el recorrido desde finales del siglo XVI para avistar piratas y diversos enemigos del “reino”. Desde aquí el paisaje es espectacular: una lucha titánica entre la sierra de la Almijara y el mar, un cuerpo a cuerpo entre ambos desde hace miles de años que ha dado como resultado estos acantilados, calas y playas.




        Seguimos por un tramo de carril asfaltado de pendiente pronunciada hasta desembocar después de un ” destrepadero” en la playa de Cantarriján, antes nudista y ahora fiel reflejo del mundo cambiante que vivimos: nudistas, seminudistas, senderistas, chiringuitistas…….desconocida para los que hace años la visitábamos pero todavía atractiva. Era tal las ganas de bañarse que algunos se  desnudaron en cero coma dos.  El sendero seguía ascendiendo y bajando- ésta iba a ser la tónica de toda la ruta- a través de una rica formación vegetal  propia de este microecosistema marítimo formado por pinos carrascos, coscojas, zarzaparrillas, aulagas y bastantes endemismos que harían las delicias de cualquier botánico hasta coronar la siguiente torre: Torre Caleta. Desde aquí el sendero se complica porque sencillamente desaparece, ya que optamos por la versión “heavy” de ir por la línea de costa. Por heavy hay que entender “ tira por aquí, nos despeñamos por allá, vaya sitio al que nos has traido…”…..y el calor apretando. Las playas empiezan a alternarse con entrantes y roquedos que hay que superar.




Me gustó mucho la del “Cañuelo” por el nacimiento de agua dulce prácticamente en la misma playa. Aguantamos las ganas de bañarnos y convenimos en hacerlo en la siguiente, presidida por la tercera torre, la del Pino, a la que no se puede acceder por estar en una propiedad privada. Esta playa como algunas otras de la zona  tiene de positivo el que sólo se puede acceder  a ella andando, es decir hay que currárselo por lo que no están  masificadas. Comida y baño. Era delicioso ver a la mayoría del grupo tumbados como leones marinos, relajados y gritando de frio al meternos en el agua……El calor apretando.




Más playas, más calas, más subidas, a cada paso las ganas de cerveza creciendo. En éstas que llegamos a un cortijillo abandonado rodeado de frutales semisecos y ahora” okupado” y por unos minutos lo hicimos nuestro. La ubicación del cortijo se las traía: presidiendo un buen balate. Antes trabajaban. El sendero volvió a desaparecer y ante nosotros se presentaba el dilema de “investigar” la mejor forma de bajar el balate “acañaverado” y recibir como premio la aguas verde-turquesa de la playa del fondo a riesgo de torcerte un tobillo o algo más o una “prudente “ retirada hacia las cervezas fresquitas de Maro. El asunto se resolvió retirándose el grueso del grupo hacia Maro por la “cálida” carretera- ¡qué suerte tuvieron los muy…. encontrándose con el autobús en la misma entrada de la carretera!- ,mientras un comando atrevido formado por José, Cristina, Luis, Rosa y Susino conquistaban la verde playa.



 Ambos grupos consiguieron lo que querían: no más calor y cervecitas fresquitas los primeros y una playa salvaje de aguas bastantes limpias los segundos. Antes habíamos pasado por los restos derruidos junto a la playa de la cuarta torre, la del Río de la Miel, que había caído en esa batalla, de antemano perdida, que la tierra sostenía contra al mar. La quinta torre, la de Maro, el comando la rodeó sin visitarla pues sabíamos que los demás ya estaban hartos de cerveza y nos esperaban. Es Maro un lugar apacible, de jubilado inglés, lleno de bougambillas y de atardeceres de mar. En el regreso a Granada, adormilados  por el calor, destacar los comentarios picantes sobre el paisaje “humano” contemplado en las playas durante toda la excursión: desnudos, semidesnudos, homodesnudos, heterodesnudos; vistas por delante, vistas por detrás, laterales, en grupo…….Una deliciosa lección de anatomía comparada.





TEXTO Y FOTOS: JOSÉ OSORIO
VIDEOS DE LA RUTA: RAFAEL GARCÍA
La Herradura-Maro parte I
La Herradura-Maro parte II
La Herradura-Maro parte III

lunes, 21 de mayo de 2012

DEL COLLADO DEL ALGUACIL A LA PIEDRA DE LOS SOLDADOS, otra vez.


 “Llévate mañana ropa de abrigo como si fuese invierno, porque parece que va a hacer mal tiempo”.
“No puede ser… ¡pero si el domingo pasado nos íbamos a cocer subiendo al Cerro del Cisne…!”

 El invierno terminó hace semanas, pero la noche pasada nevó de nuevo en Sierra Nevada. Hoy  ha vuelto a aparecer, en plena primavera, cubierta por una especie de suave y mullida colcha blanca;  ahora que, con la estación de esquí  desierta por el final de la temporada, no hay maquinaria que despeje el paso o aplane la nieve recién caída de las pistas. Este mundo blanco y silencioso tan entrado el mes de Mayo parece como un momento robado al invierno- hoy lo tenemos, pero mañana no estará-, aunque al terminar el día la tarde prolongada nos recuerde que en realidad estamos a pocas semanas del verano.


Quizás habría sido hoy un día para no salir a la montaña y disfrutar del indudable encanto que tiene la lluvia cuando se contempla detrás de una ventana bien cerrada; esa lluvia que puede ser musical cuando entreabrimos  los postigos y hasta acogedora si la escuchamos caer, suave o atronadora- qué más da- en nuestro duermevela, porque hemos decidido quedarnos en la cama un rato más.

 Pero como siempre, nuestro deseo de contacto físico semanal con la Naturaleza nos ha hecho rescatar del armario  guantes, gorros, polainas e impermeables  -que ya pensábamos guardados hasta el próximo otoño-, correr el riesgo y buscar nuestro trébol de cuatro hojas: llegar en una ruta de unos 30 kms a los Lavaderos de la Reina, aun con el tiempo meteorológico en contra.
Aunque no ha podido ser…


Desde el primer momento el cielo encapotado y oscuro nos ha avisado con insistencia de sus intenciones, y un vientecillo frío que con el paso de las horas se ha ido convirtiendo en ventisca de nieve y granizo se ha encargado de ir desanimándonos a medida que avanzaba la mañana.
No pasa nada, aunque al final solamente hayamos podido llegar, y a duras penas, hasta la Piedra de los Soldados, justo en el momento en que la ventisca ha empezado a arreciar. Sin ganas de desabrigar nuestras manos y caras congeladas para comer algo, todos hemos dado la vuelta –tras unos minutos de deliberación- perfectamente de acuerdo en no avanzar más, y a buen paso hemos terminado de cubrir los 22 kms en los que ha quedado finalmente nuestra excursión.


A pesar de las muchas ganas de todos por hacer la ruta hasta el final, el sentido común se ha impuesto en el grupo: la montaña, al igual que el mar y que nosotros mismos, tiene también sus reglas de juego y hasta sus días buenos y malos; en el momento en que nos adentramos en su territorio debemos estar dispuestos a aceptarlas y seguirlas.


Aprender a cambiar de planes inesperadamente y a ceder con buen ánimo puede ser muy terapéutico, ya sea porque unas veces los límites dependen de nosotros cuando nos abandonan la energía física o las ganas de llegar, o porque las condiciones externas, al margen de cada uno, no lo permiten; la Naturaleza puede ser como un interesante seminario sobre esa especie de dualidad que nos lleva a aceptar nuestra naturaleza como criaturas físicas pero también espirituales, que pertenecemos tanto al Universo como a la tierra que pisamos y al aire que respiramos.


En esta ocasión hemos tenido que recurrir al "plan B" y desistir de nuestra idea, pero no importa: la próxima vez que lo intentemos, la montaña, el tiempo e incluso la Dama de la Fortuna esbozarán una de sus sonrisas inesperadas, y nos permitirán volver a los Lavaderos de la Reina sin ningún contratiempo…seguro que sí.

TEXTO: MARILÓ
FOTOS: CLUB SENDEROS
VIDEO DE LA RUTA: RAFAEL GARCÍA
Collado Alguacil-Piedra de los Soldados



martes, 15 de mayo de 2012

Al Cerro del Cisne por El Acebuchal

Qué escarpado es, qué metido está en esa serranía aparentemente arisca de la Almijara: parece inaccesible y lejos de todo, y tiene la fama de ser el pico con la ascensión más difícil de la zona. Su silueta resulta tan llamativa que una vez que aparece ante nosotros es difícil dejar de mirarlo...y aunque tiene una altitud modesta -no llega a los 1500 m- comparada con las cumbres de Sierra Nevada, al estar tan cerca del nivel del mar, su aspecto es, de verdad, imponente.


El tiempo anormalmente caluroso de estos últimos días no nos ha dado un  respiro, pero teníamos bastantes ganas de volver al Cisne -algunos han subido hoy por primera vez-, y trece compañeros hemos salido con muchos ánimos desde esa aldea reconstruída hace poco con verdadero mimo para uso turístico y que tiene, siendo tan pequeña, una historia tan grande: El Acebuchal.



Uno de nosotros ha ejercido de guía no sólo llevándonos hasta la cumbre, sino además documentándonos con algunos datos sobre la historia del lugar y las muchas cosas que aquí pasaron. Así que entre ratitos de parada para relatar sucesos y otros de marcha, y siempre con bastante calor desde el inicio de ruta, los primeros tramos han sido muy entretenidos.


En una curva justo antes de la entrada a la aldea comienza nuestra vereda, que sigue el trazado del Barranco Acebuchal y que está regular por culpa de las lluvias; sube cómodamente hasta una pista forestal que nos deja muy cerca de las ruinas de la Venta de Cebolleros, en pie desde el siglo XVIII y que fue escenario durante la posguerra de muchos enfrentamientos entre la guardia civil y los guerrilleros antifranquistas, como tantos rincones de esta zona.


Más adelante alcanzamos la pista que nos lleva al Collado de Blanquillo, desde donde aparece el Cisne engañosamente cercano, impresionante, con esas laderas tan empinadas llenas de vegetación casi cerrada, y sin una vereda de subida visible. A partir de aquí la pista va descendiendo hasta llegar al cauce del río Higuerón, que por cierto, a nuestra vuelta ha resultado providencial para refrescarnos y beber. Con sus aguas se llena una balsa para incendios que está junto a un pequeño helipuerto, y que con el calor que llevábamos a estas alturas de ruta, nos ha parecido muy tentadora a más de uno.


Un poco más arriba del cruce del río comienza el sendero de ascensión; está señalizado con un hito de piedras y es fácil confundirlo con un barranco que baja paralelo a él. Esta senda de subida no es larga (unos 2 kms) pero sí muy complicada por el desnivel (unos 700 m) y porque en algunas zonas está medio cerrada por la maleza y algo deshecha por la erosión del terreno, pero de vez en cuando aparece algún hito hecho con piedras o alguna roca pintada, que ayudan a no despistarse.


La vereda se pierde casi del todo poco antes de llegar al Collado de los Maquis -se llama así porque según se cuenta, el Cisne era uno de los refugios preferidos de estas gentes de la sierra, precisamente por lo difícil de sus accesos-. La verdad es que pasado ese collado, la cosa se empieza a complicar...



La cumbre del Cisne está formada por tres crestas rocosas con una explanada en el centro que se llama la "maceta del Cisne", y hay que trepar un poco para poder alcanzarla. Desde este punto, la cima real se divisa cercana, con un buzón metálico justo sobre los últimos roquedos a salvar; este punto es un erizado pedregal al que hay que subir casi con los dientes, pero llegar hasta el final y poder descansar el cuerpo y la mente con las vistas espectaculares de toda la parte central de la Almijara (el Navachica, el Almendrón, el Cielo, Cerro Verde, el Lucero y el Lucerillo, el Puerto de Frigiliana, las cuencas de los ríos Higuerón y Chíllar, y por supuesto, el mar), nos hace pensar a todos que tanto esfuerzo y tanto rato de calor han merecido la pena.



No todos hemos conseguido hacer cumbre; algunos compañeros se volvieron antes porque el calor y la dureza de la ruta han sido demasiado para ellos; pero en el bar del Acebuchal, el que regentan Antonio y Virtudes, descendientes directos de antiguos pobladores de la aldea, nos hemos vuelto a reunir los trece, cansados, algunas caras quemadas, pero todos contentos y pensando ya en la próxima salida...


El calor ya ha llegado y parece que para quedarse: la alta montaña, con temperaturas más suaves en esta época del año, nos está esperando.




TEXTO: MARILÓ
FOTOS: CLUB SENDEROS
TRACK Y PERFIL: MANOLO Y ENCARNI
VIDEOS DE LA RUTA: RAFAEL GARCÍA 
Cerro del Cisne, parte I
Cerro del Cisne, parte II





martes, 1 de mayo de 2012

Jérez del Marquesado-Chorreras Negras por la ruta del “Avión”.

Hoy hemos sido valientes. Con la lluvia que caía hemos decidido afrontar la excursión programada a ver que pasaba, y lo que ha sucedido es que nos hemos encontrado con una nevada de ensueño, de las que vivifican el alma.
Al principio algunos compañeros se echaron atrás y el minibús no tenía el ambiente de otras veces, pero pronto cambió la cosa cuando a la altura  del Puerto de la Mora se puso a nevar: las dudas se acrecentaron y de camino nos estimulamos.


 Sin embargo, entrando en el Marquesado, las nubes no habían sido capaces de saltar las sierras y la altiplanicie de  Guadix se abría suave y tranquilizadora.........Jérez estaba de domingo, iniciándose la excursión dos kilómetros más arriba del punto inicial. Nadie se quejó........El sendero sube por la ladera derecha del río Alhorí, sucediéndose bosquetes de pinos maduros, castaños y robles aislados, cortijos de siempre y, a lo largo del barranco, incipientes alamedas de color verde-amarillo. La subida, por una senda bien trazada y de señalización excelente, era deliciosa.



 Las brumas que descendían por los valles y el frescor ayudaban a ello. Y de pronto apareció la nieve. Una nieve serena, dulce, infantil, de dibujos animados. A partir de este momento ella iba a ser la protagonista durante más de cinco horas. Como la pendiente cada vez era más fuerte el grupo se fue callando para ahorrar fuerzas y sentir los nuevos sonidos que se generaban sobre el fondo de silencio-nieve: el repiqueteo de los copos sobre los chubasqueros, el chap-chap de los bastones hincándose; la respiración acompasada......



Se hacían muchas fotos en un intento desesperado de perpetuar lo que por naturaleza es finitud. Cosa inútil. Uno sentía que esos momentos, como cualquier proceso vital, no se pueden atrapar en las redes fotográficas. Sólo cabe la quietud y el silencio..........Mientras subíamos nos encontramos con un grupo de caballos, tan intemporales como el entorno; “caballos en la niebla dijo uno”. Al bajar divisamos un solitario macho de cabra montés de aspecto formidable. Todo esto acentúa el sentimiento primigenio, de ausencia del yo, que se experimenta en la alta montaña.



     Mucho más arriba llegamos a la acequia del “Corazón”, a la que seguimos, todos silenciosos, oyendo el agua y la nieve, para llegar al corazón de las Chorreras Negras, a 2500 metros de altura, donde en 1960 se accidentó el avión del ejército americano y que le da el nombre a la ruta.




   De vuelta, y como la nevada no disminuía, nos refugiamos en un cortijo “prepulgoso”, comiendo como pudimos. El vino de “Manuel” iba y veía, mientras algunos empezaban a cambiarse las múltiples prendas mojadas. Sobre ésto, sobre qué ropa se debe poner uno en días de lluvia y nieve, hay dos escuelas de pensamiento: los que se llevan tres camisetas, dos chubasqueros, polares varios.....para ir cambiándose cuando estén chorreando y los que piensan que es mejor ponerse el chubasquero, si es de tipo “jorobado de notre dame” mejor, aguantando el calor, el sudor, los enganches, antes que estar prenda va prenda viene. Las dos escuelas confluyen al final del día en el mismo resultado: todo el mundo mojado.


  La bajada la hicimos la mayoría paladeando el café y la cerveza, o las dos cosas, que nos íbamos a tomar en el bar más molongo que viéramos en Jérez. Soñado y hecho. El bar era agradable e íntimo y el café no estuvo mal. La vuelta hacia Granada, entrañable , viendo por los cristales las sierras nevadas del hermoso parque natural de Huétor.


TEXTO: JOSÉ OSORIO
TRACK Y PERFIL: MANOLO Y ENCARNI
FOTOS: CLUB SENDEROS
VIDEOS DE LA RUTA: RAFAEL GARCÍA
Ruta del Avión, parte I     Ruta del Avión, parte II