Empezamos la ruta otra vez tarde para mi
gusto, las 10,15. ¡En Andalucía cuando llega el calor hay que madrugar; hasta
el “el más pintao “ lo sabe! Tal vez esto ayudara a que sobre las 16,30 y
ante la disyuntiva de bajar un balate “acañaverado”, con el sol apretando, la
mayoría del grupo no lo pensase dos veces y se fuese “escopeteado” en busca de
las cervezas de Maro. Que ya estaba bien de pasar calor por hoy………Empezamos a
andar por unas urbanizaciones de ésas que han depredado nuestro litoral y que
la mayoría del año están fantasmagóricas porque en ellas no vive nadie: ¡cuánto
sin sentido. Queremos tener una casa en Granada, otra en la playa para
disfrutarla 15 días al año, otra en la montaña para cuatro fines de semana, un
apartamento en Madrid para poder asistir a teatros y exposiciones, un
apartamento en Nueva York porque mola mucho……..No hace falta haberse
matriculado en Harvard para deducir que si alguien tiene cuatro casas habrá
cuatro personas que no tendrá ninguna para poder vivir!
Pronto
empezamos a subir hacia el primer promontorio coronado por la torre de Cerro
Gordo, soberbia atalaya dónde se puede divisar hacia poniente la hermosa
ensenada de la Herradura y hacia levante la serie de acantilados, entrantes ,
salientes, pequeñas playas que forman el espectacular paraje natural de los
Acantilados de Cerro gordo-Maro. El sendero está muy bien trazado, como si lo
hubiesen hecho senderistas “extranjeros” (hay que reconocerlo, en esta zona los
que más lo recorren son ellos) y pronto nos lleva a la torre vigía de Cerro
Gordo, una de las cinco que jalonan todo el recorrido desde finales del siglo
XVI para avistar piratas y diversos enemigos del “reino”. Desde aquí el paisaje
es espectacular: una lucha titánica entre la sierra de la Almijara y el mar, un
cuerpo a cuerpo entre ambos desde hace miles de años que ha dado como resultado
estos acantilados, calas y playas.
Seguimos por un tramo de carril
asfaltado de pendiente pronunciada hasta desembocar después de un ” destrepadero”
en la playa de Cantarriján, antes nudista y ahora fiel reflejo del mundo
cambiante que vivimos: nudistas, seminudistas, senderistas,
chiringuitistas…….desconocida para los que hace años la visitábamos pero
todavía atractiva. Era tal las ganas de bañarse que algunos se desnudaron en cero coma dos. El sendero seguía ascendiendo y bajando- ésta
iba a ser la tónica de toda la ruta- a través de una rica formación vegetal propia de este microecosistema marítimo
formado por pinos carrascos, coscojas, zarzaparrillas, aulagas y bastantes
endemismos que harían las delicias de cualquier botánico hasta coronar la
siguiente torre: Torre Caleta. Desde aquí el sendero se complica porque
sencillamente desaparece, ya que optamos por la versión “heavy” de ir por la línea
de costa. Por heavy hay que entender “ tira por aquí, nos despeñamos por allá,
vaya sitio al que nos has traido…”…..y el calor apretando. Las playas empiezan
a alternarse con entrantes y roquedos que hay que superar.
Me gustó mucho la del “Cañuelo” por el nacimiento de agua dulce prácticamente en la misma playa. Aguantamos las ganas de bañarnos y convenimos en hacerlo en la siguiente, presidida por la tercera torre, la del Pino, a la que no se puede acceder por estar en una propiedad privada. Esta playa como algunas otras de la zona tiene de positivo el que sólo se puede acceder a ella andando, es decir hay que currárselo por lo que no están masificadas. Comida y baño. Era delicioso ver a la mayoría del grupo tumbados como leones marinos, relajados y gritando de frio al meternos en el agua……El calor apretando.
Más playas, más calas, más subidas, a cada paso las ganas de cerveza creciendo. En éstas que llegamos a un cortijillo abandonado rodeado de frutales semisecos y ahora” okupado” y por unos minutos lo hicimos nuestro. La ubicación del cortijo se las traía: presidiendo un buen balate. Antes trabajaban. El sendero volvió a desaparecer y ante nosotros se presentaba el dilema de “investigar” la mejor forma de bajar el balate “acañaverado” y recibir como premio la aguas verde-turquesa de la playa del fondo a riesgo de torcerte un tobillo o algo más o una “prudente “ retirada hacia las cervezas fresquitas de Maro. El asunto se resolvió retirándose el grueso del grupo hacia Maro por la “cálida” carretera- ¡qué suerte tuvieron los muy…. encontrándose con el autobús en la misma entrada de la carretera!- ,mientras un comando atrevido formado por José, Cristina, Luis, Rosa y Susino conquistaban la verde playa.
Ambos grupos consiguieron lo que querían: no más calor y cervecitas fresquitas los primeros y una playa salvaje de aguas bastantes limpias los segundos. Antes habíamos pasado por los restos derruidos junto a la playa de la cuarta torre, la del Río de la Miel, que había caído en esa batalla, de antemano perdida, que la tierra sostenía contra al mar. La quinta torre, la de Maro, el comando la rodeó sin visitarla pues sabíamos que los demás ya estaban hartos de cerveza y nos esperaban. Es Maro un lugar apacible, de jubilado inglés, lleno de bougambillas y de atardeceres de mar. En el regreso a Granada, adormilados por el calor, destacar los comentarios picantes sobre el paisaje “humano” contemplado en las playas durante toda la excursión: desnudos, semidesnudos, homodesnudos, heterodesnudos; vistas por delante, vistas por detrás, laterales, en grupo…….Una deliciosa lección de anatomía comparada.
TEXTO Y FOTOS: JOSÉ OSORIO
VIDEOS DE LA RUTA: RAFAEL GARCÍA
La Herradura-Maro parte I
La Herradura-Maro parte II
La Herradura-Maro parte III
Me gustó mucho la del “Cañuelo” por el nacimiento de agua dulce prácticamente en la misma playa. Aguantamos las ganas de bañarnos y convenimos en hacerlo en la siguiente, presidida por la tercera torre, la del Pino, a la que no se puede acceder por estar en una propiedad privada. Esta playa como algunas otras de la zona tiene de positivo el que sólo se puede acceder a ella andando, es decir hay que currárselo por lo que no están masificadas. Comida y baño. Era delicioso ver a la mayoría del grupo tumbados como leones marinos, relajados y gritando de frio al meternos en el agua……El calor apretando.
Más playas, más calas, más subidas, a cada paso las ganas de cerveza creciendo. En éstas que llegamos a un cortijillo abandonado rodeado de frutales semisecos y ahora” okupado” y por unos minutos lo hicimos nuestro. La ubicación del cortijo se las traía: presidiendo un buen balate. Antes trabajaban. El sendero volvió a desaparecer y ante nosotros se presentaba el dilema de “investigar” la mejor forma de bajar el balate “acañaverado” y recibir como premio la aguas verde-turquesa de la playa del fondo a riesgo de torcerte un tobillo o algo más o una “prudente “ retirada hacia las cervezas fresquitas de Maro. El asunto se resolvió retirándose el grueso del grupo hacia Maro por la “cálida” carretera- ¡qué suerte tuvieron los muy…. encontrándose con el autobús en la misma entrada de la carretera!- ,mientras un comando atrevido formado por José, Cristina, Luis, Rosa y Susino conquistaban la verde playa.
Ambos grupos consiguieron lo que querían: no más calor y cervecitas fresquitas los primeros y una playa salvaje de aguas bastantes limpias los segundos. Antes habíamos pasado por los restos derruidos junto a la playa de la cuarta torre, la del Río de la Miel, que había caído en esa batalla, de antemano perdida, que la tierra sostenía contra al mar. La quinta torre, la de Maro, el comando la rodeó sin visitarla pues sabíamos que los demás ya estaban hartos de cerveza y nos esperaban. Es Maro un lugar apacible, de jubilado inglés, lleno de bougambillas y de atardeceres de mar. En el regreso a Granada, adormilados por el calor, destacar los comentarios picantes sobre el paisaje “humano” contemplado en las playas durante toda la excursión: desnudos, semidesnudos, homodesnudos, heterodesnudos; vistas por delante, vistas por detrás, laterales, en grupo…….Una deliciosa lección de anatomía comparada.
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